Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 31 de octubre de 2016

¿VOTO EN CONCIENCIA? A CONTRACORRIENTE

Me va a costar mucho escribir lo que sigue, gotas de sangre. Pero jamás he rehuido expresar mi opinión, en los momentos más delicados. Sé que muchos buenos amigos, incluso familiares, no van a estar de acuerdo hoy conmigo. Entiendo que la emoción de muchos, está estos días con los compañeros que han ignorado la disciplina de partido. Ellos van a ser los héroes. Y que muchos de los que votaron abstención, aún siendo partidarios del No, serán ahora los villanos de la película. Pero como yo sufrí un par de veces, cuando era diputado, esa angustia de la escisión entre lo que había decidido el partido y mi convicción política profunda, mis pensamientos y solidaridad están hoy con María González Veracruz, Patxi López, Adriana Lastra y otros, que hicieron de tripas corazón, y acataron la decisión del Comité Federal.
Mucho se ha hablado y discutido en estos días del “voto en o de conciencia”. Y yo no acabo de entender del todo, que es eso de la “conciencia”. Desde pequeño aprendí que había que obrar de la forma más adecuada, para producir la mayor suma de felicidad en los demás. Pero Bertrand Russell nos recordaba en su autobiografía, que su abuela le replicaba que era imposible conocer, que era lo que produciría más gozo y que, en consecuencia, mejor era obedecer la voz de la conciencia. Pero si la conciencia fuera algo así, como mi forma más íntima de pensamiento, deberemos aceptar que dicha “conciencia” depende de la educación recibida, de las experiencias vividas y de nuestras cambiantes circunstancias, por lo cual varía a lo largo del tiempo. Y como afirma también Russell, si admitimos que la conciencia no es sino producto de la evolución y la educación combinadas, entonces es evidentemente absurdo, dejarse conducir por ella, antes que por la razón.
María González Veracruz
Yo procuro en todo momento seguir la razón y no mis emociones o “conciencia”, en parte debidas a mi familia, a la sociedad que me rodea, al nivel económico en que vivo, y a la educación recibida. Y que serán buenas o malas, según la calidad de todas esas circunstancias referidas. Sin embargo es esa “voz interior”, esa “divina conciencia”, la que con frecuencia se desea imponer como guía, a seres dotados de razón. Es pura locura. Es un “mito” en el sentido en que lo entendía Simone de Beauvoir, algo parecido a la noción de Husserl de las teorías acumuladas sobre los fenómenos, que hay que rascar y eliminar, para llegar a las “cosas mismas”. Por mi parte aspiro a dejarme guiar por la razón, en la medida de lo posible. Y no, no es agradable sostener opiniones con frecuencia poco comunes, pues o bien no dices palabra, o bien los otros, se espantan ante mi escepticismo.
Toda experiencia modifica la susodicha “conciencia”. No hay un solo suceso psíquico o físico-material, que no altere el conjunto de nuestra identidad. En el flujo de lo instantáneo – escribía George Steiner – este impacto, como el de las partículas eléctricas que recorren nuestro planeta, es infinitesimal e imperceptible. Pero los seres individuales somos proceso, nos encontramos en perpetuo cambio. La experiencia o el aprendizaje pasados, las expectativas más o menos confesadas, las convenciones socioculturales con respecto a determinada inclinación momentánea (Stimmung), o las circunstancias accidentales, se nos escapan. Pero el “acto-experiencia”, y los efectos que produce sobre nosotros, son inconfundibles.
Así que no, el voto no es nunca de “conciencia”, es siempre político o, como máximo, ideológico. El voto de los diputados del PSC, no hace falta explicarlo, porque ha quedado muy claro, ha sido absolutamente político. Incluso aquellos que votaron en su día, en contra del aborto o del divorcio, lo hicieron no por su conciencia, si no porque se lo exigía su ideología, en este caso religiosa. Y los socialistas que votaron no a la investidura de Rajoy, lo hicieron por su profunda convicción política, superior y contraria pensaban ellos, a las indicaciones de su partido. Lo respeto, pero no lo comparto.
Estar afiliado a un partido político, no es ninguna obligación. Y si ingresamos en uno, ya sabemos que tiene sus normas, sus estatutos, su historia y su cultura, que deberemos respetar. Escribía hace tiempo Javier Marías, que cuando ingresó en la RAE, ya sabía que se exigía corbata para participar en sus reuniones. Así que si un día la misma se le olvidaba, y el ujier no le dejaba entrar, no iba a montar ningún pollo. Sin normas que se respeten (aunque se puedan cambiar) no hay organización ni institución que aguante. La libertad absoluta es una utopía de los anarquistas. El artículo 78 de los estatutos federales del PSOE, establece que los miembros del Grupo Parlamentario (eso debería rezar para todos los diputados, incluidos los independientes, los no afiliados al partido) “están sujetos a la unidad de actuación y disciplina de voto”.
La Ley Electoral actual lleva a que los ciudadanos votamos un partido, no a una persona en particular. Yo fui elegido diputado por el PSOE en varias ocasiones, y en ninguna se me ocurrió pensar, que lo hubiera sido por mi cara bonita. Y aunque la justicia haya establecido, que el escaño es personal, políticamente no es así. Todos los diputados han sido elegidos, porque se presentaron en la lista de un partido. Ahora no discuto de la bondad y excelencia democrática, de nuestra norma electoral. Cuando una mayoría amplia de las Cortes así lo convenga, se puede cambiar. Se puede variar la circunscripción; elegir un sistema diferente al D’Hondt; abrir las listas electorales, para que el elegido lo sea por sus valía personal además de por pertenecer al partido x, y así responder de forma más directa ante los electores y no ante la dirección partidaria; se podría establecer el distrito unipersonal como en Inglaterra; o un sistema mixto como el alemán…
Adriana Lastra
Las normas y las leyes se pueden cambiar o derogar. Pero mientras tanto, las leyes, en democracia, se deben acatar; y las normas en las instituciones y organizaciones democráticas, lo mismo. La alternativa es la jungla, y el sálvese quien pueda. Por eso no me vale lo que argumentan los que votaron no: lo hice por responsabilidad ante los votantes. No, en unas próximas elecciones, los ciudadanos no le van a pedir responsabilidades personales a ninguno de ellos, se las van a pedir, muy consecuentemente, al PSOE. El escaño de ninguno de ellos va a depender, en un próximo futuro, de su voto del pasado sábado, sino de si el PSOE ha sabido recuperar o no su credibilidad, ante los ciudadanos. Y en cualquier caso, me parece, el que estime que su “conciencia” no le permite respetar las decisiones, adoptadas por el partido, siempre puede entregar su acta. En el PSOE entramos, nos mantenemos o salimos, siempre libremente.
Y para que no haya lugar a equivocaciones, repito una vez más: Me parece inaceptable el “golpe palaciego” perpetrado en el PSOE. Deberíamos haber votado No al PP una vez más, e ir a terceras elecciones con todas sus consecuencias. Como militante, exijo ya Primarias y un Congreso Extraordinario. Y por último, y por muy contradictorio que pueda parecer con todo lo que he escrito, no estoy en absoluto de acuerdo, con haber abierto expediente a los que votaron no. Es hora de minimizar costes, no de seguir cavando y profundizando, el hoyo en el que nos hemos metido.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 31 de Octubre del 2016.

martes, 25 de octubre de 2016

EL PSOE Y EL EXISTENCIALISMO

Nunca he sido en verdad existencialista. Y tampoco sartriano, especialmente en política. Y cuando llegué a la universidad, allá a mediados de los sesenta, los existencialistas comenzaban a estar pasados de moda. Y al inicio de los ochenta, habían cedido ya el paso a nuevas generaciones de estructuralistas, posestructuralistas, deconstruccionistas y posmodernistas en general. Nunca entendí ni me interesó su jerga. Ese nuevo tipo de filósofos, parecía tratar la filosofía como un simple juego. Hacían malabarismos con signos, símbolos y sentidos, y extraían palabras raras de los textos de los demás, para que todo el edificio se viniera abajo.
Aunque cada uno de esos movimientos – como nos explica Sarah Bakewell – estaba en desacuerdo con los demás, la mayoría formaban un frente común, a la hora de considerar el existencialismo y la fenomenología, la quinta esencia de lo que ellos “no” eran. El vértigo de la libertad y la angustia de la existencia, eran algo molesto. La biografía estaba pasada de moda, porque la propia vida lo estaba. La experiencia también estaba “démodé”; con un talante bastante despreciativo, el antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss, había escrito que la filosofía basada en las experiencias personales, era “metafísica de dependienta”. El objetivo de las ciencias humanas era “disolver al hombre” y, al parecer, el objetivo de la filosofía era el mismo.
Esos movimientos de moda en mis tiempos universitarios, que habían echado del camino al existencialismo, envejecieron muy pronto y mal. Las preocupaciones de comienzos de este siglo, ya no son las mismas que las del último tercio del pasado. Quizás, hoy en día, sea aconsejable buscar algo diferente en filosofía. Y a ello nos puede ayudar revisitar a los existencialistas, con su atrevimiento y su energía.
Decía Jean-Paul Sartre: “Eres libre, por tanto, elige… es decir, inventa”. No hay nada seguro en este mundo. Ninguna autoridad puede aliviarte del peso de la libertad. Podemos sopesar consideraciones morales o prácticas, con todo el cuidado que queramos, pero al final debemos arriesgarnos y hacer algo, y sólo depende de uno mismo lo que ese “algo” sea. Podemos pensar que actuamos guiados por unas leyes morales, o que actuamos de manera determinada debido a nuestro carácter psicológico, o a nuestras experiencias pasadas, o a causa de lo que ocurre a nuestro alrededor (a nuestras circunstancias diría Ortega). Todos esos factores pueden representar un papel en nosotros, claro. Pero todo el conjunto de ellos, no hace más que sumarse a la “situación” desde la cual debemos actuar. Aunque la situación nos parezca insoportable, seguimos siendo libres de decidir que hacer, en mente y en acto. A partir del lugar donde estamos, podemos elegir. Y al elegir, elegimos quienes seremos.
Si todo esto nos suena difícil e incómodo, seguramente es porque lo es. En ningún momento afirma Sartre, que la necesidad de seguir tomando decisiones, no nos provoque una ansiedad constante. Peor, él aumenta aún más esa ansiedad, señalando que lo que hacemos “” que importa realmente. Que deberíamos tomar nuestras decisiones, como si estuviéramos eligiendo en nombre de toda la humanidad, aceptando toda la carga de responsabilidad, por el comportamiento de la raza humana toda. Y si evitamos la responsabilidad engañándonos a nosotros mismos, como si fuéramos víctimas de las circunstancia, o del mal consejo de alguien, no estaremos consiguiendo hacernos cargo de las exigencias de la vida humana, y elegiremos una existencia falsa, apartada de nuestra propia “autenticidad”.
Karl Jaspers por su parte, se concentró en lo que llamaba “Grenzsituationem”, situaciones límite. Experimentar tales situaciones era para él, casi sinónimo de existir, en el sentido kierkegardiano. Aunque son difíciles de soportar, son los rompecabezas de nuestra existencia, y abren la puerta a filosofar. No podemos resolverlos pensando en abstracto; deben ser vividos, y al final hacemos nuestras elecciones, con todo nuestro ser. Son situaciones “existenciales”.
El existencialismo de Sartre, implica que es posible ser auténtico y libre, mientras sigamos haciendo el esfuerzo. Sí, escribe Sarah Bakewell, es emocionante y terrorífico a la vez, y por los mismos motivos. Y como resumió Sartre en una entrevista:
“No hay camino marcado que conduzca al hombre a su salvación; éste debe inventar constantemente su propio camino. Pero para inventarlo es libre, responsable, no tiene excusas, y en él reside toda esperanza”.
Para Sartre, si intentamos encerrarnos dentro de nuestra propia mente, “en una bonita y acogedora habitación, con los postigos cerrados”, dejamos de existir. No hay hogar acogedor: la verdadera definición de lo que somos, es estar fuera, en un camino polvoriento.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 25 de Octubre del 2016.

lunes, 17 de octubre de 2016

CARTA AL PRESIDENTE DE LA GESTORA

Apreciado compañero Javier:
No te puedes hacer ni idea del dolor que me has causado. Hasta hace muy poco eras uno de mis referentes en el PSOE, como lo fueron en su día Felipe, Alfonso y Ramón Rubial. De Susana, Page, Vara, Lambán y compañía, no esperaba mucho ¡Pero tú también Bruto, hijo mío, cómplice en este golpe de mano! Mi estado de ánimo no te importará, lo sé. Ni siquiera te vas a enterar. Pero si te debería afectar, aunque fuera sólo un pelín, haber desilusionado a tantos militantes.
Por supuesto que es lícito discrepar y oponerse, al proyecto que impulsaba el ya ex Secretario General (elegido por la mayoría de los militantes, por si se os ha olvidado). Pero hay formas y formas de disentir, algunas de las cuales, “los golpes palaciegos”, poco acordes con nuestra cultura y tradición. ¿Por qué ninguno de vosotros dio un paso al frente, presentando un proyecto “mejor”, sí es que lo tenéis; y que no sea el de permitir el gobierno de la derecha, mientras sesteáis en vuestras Presidencias regionales? ¿Y por qué no presentasteis una moción de censura en el Comité Federal?
Menudo papelón el que habéis hecho. Y por cierto, y aunque nadie lo mencione, vaya concepto el que tenía de la Presidencia del partido, la compañera Micaela Navarro, adjuntándose a la conspiración. Si nuestro añorado Presidente Ramón Rubial hubiera vivido, él, que tan dignamente supo representar siempre a TODO el partido, se habría muerto de vergüenza.
Pero vayamos al grano. Estoy en absoluta disconformidad, con muchas de las cosas que has dicho estos días en El País, en la tele y en otros medios. Has afirmado que se “requería un aterrizaje forzoso en el principio de realidad, que no sintoniza con el sentimiento de los militantes más fervorosos”. ¿Qué realidad? Me tengo por un militante “fervoroso”, y no por ello por un populista que ignora la cruda realidad, a la hora de proponer alternativas políticas. No, no me he “podemizado” ni un poquito. Pero me temo que mi “realidad”, no es tu “realidad”. Con acento machadiano: tú realidad no, la realidad, y ven con la mayoría de los militantes a descubrirla.
“La política no es poesía, es prosa. No es sentimiento, es razón”, añades. Veamos. Me pienso como un racionalista sosegado, bastante kantiano. Las emociones y las ilusiones desatadas me ponen en guardia. Y mi escepticismo pirrónico, me lleva siempre a relativizar. Y por ello me parece una sinrazón, situar la razón por encima de cualquier otra facultad humana, o reducir el sentimiento, la solidaridad y las emociones, a una mera ilusión. El ejercicio de la razón representó un papel decisivo en el proceso ilustrado, efectivamente, pero reducir un proyecto político/intelectual altamente complejo, lleno de matices, a lo que luego se dio en llamar “el imperio de la razón”, es un simplismo absurdo. La razón, desprovista de una reflexión profunda sobre los fundamentos y las consecuencias de sus actos, llevó a Auschwitz y al gulag. Deberías leer a Habermas, y empaparte de su noción de “racionalidad comunicativa”.
Y para rematarlo todo, afirmas que “en política no basta tener razón, hace falta que te la den”. Muy cierto ¿quién os la ha dado a vosotros, porque los militantes parece que no? Nunca aceptasteis que el Comité Federal, dictaminara claramente que los socialistas, vía sus diputados, no posibilitarían la investidura de Rajoy mediante su abstención. Pedro Sánchez sí fue fiel a ese mandato, y lo persiguió con una tenacidad increíble. Y si fracasó en su intento, fue por la inmadurez política de Podemos.
Y sigues diciendo (ver El País 9.10.2016): “La tendencia a la democracia directa, no está en la cultura del PSOE, que no es una organización partidaria de los plebiscitos, y tiene una cultura representativa… La cultura populista es la cultura de la simplificación, y esa no puede ser nunca la del PSOE”. Totalmente de acuerdo. Me vengo manifestando reiteradamente contra referéndums y plebiscitos, y defendiendo la democracia representativa, una y otra vez sin descanso. Contra el manejo interesado de los aparatos, soy partidario de las primarias para elegir nuestros candidatos internos y públicos (al inicio tuve mis dudas) desde las de Almunia/Borrell. Pero me mantengo fiel a que los programas y proyectos los elaboren los Congresos. Y que las decisiones más relevantes entre ellos, las debata el Comité Federal. Hasta tal punto que, a pesar de vuestra lamentable, torticera y antidemocrática actuación, si aún fuera diputado, y para el próximo debate de investidura, acataría la decisión que tome aquel en unos días, sea la que sea. Y si mi conciencia no me permitiera acatarla, dimitiría de mi escaño. No me parece bien que cada diputado vaya por libre, según el nivel de su indignación. Ni nunca he creído que se pueda arreglar un desastre con otro. Pero te olvidas de un detalle sin importancia ¿qué plebiscito decidió el No es No a Rajoy? Fue el Comité Federal, uno de los pilares de nuestra democracia representativa de la que hablas. No fue ningún referéndum, sino vuestra torticera interpretación de la democracia representativa, la dimisión de la mitad de la CEF (contando a los muertos, que ya se necesita valor), un puñado de militantes contra la voluntad y votación de la mayoría de los afiliados, que habían elegido al Secretario General, la que nos llevó a este cataclismo. Soy un socialista veterano y, tanto como el que más, impregnado de nuestra tradición de democracia interna y cultura representativa. Así que cuando quieras, hablamos de eso, de lo que significa en el PSOE la “cultura representativa”.
En 1982 peleamos bajo un eslogan simple “Por el cambio”, que millones de españoles entendieron y apoyaron. Una situación parecida se estaba dando hoy con el “No es No”, que es una redundancia y obviedad, sí, pero que todos los militantes y los españoles, habían entendido perfectamente lo que significaba, incluso aquellos a los que no gustaba. Un eslogan genial, que ha calado y ha sido interiorizado por la mayor parte del partido. Tres palabras muy cortas que situaban a la organización, en una clara posición de cambio a la izquierda, y que podía ser entendida y adoptada igualmente, por los votantes de centro izquierda, como demostraban algunas encuestas realizadas, poco antes de la dimisión inducida de la CEF. Un “No es No” que según algunos es la nada, pero que me parece que nos hubiera podido llevar muy lejos.
Apreciado compañero Javier, aún no he escuchado de ninguno de vosotros, un argumento convincente por el cual deberíamos abstenernos, para que gobierne el PP. Como no sea el del terror a unas terceras elecciones (que es lo único que un partido no debería temer jamás: unas elecciones). La abstención rezuma debilidad, falta de convicciones, inconsistencia moral. Un PSOE de rodillas, pidiendo perdón por su giro de rumbo hacia la izquierda. No es un argumento, no es un relato, es una abdicación. Y que nadie me argumente, como por ahí he leído, que reafirmarnos en el “No es No”, es claudicar de la ética de la responsabilidad, ante la ética de la convicción. Es lo contrario, es ser fieles a la primera, pues estimamos que, acertados o no, un PSOE conchabado con la corrupta derecha, tendría unas consecuencias nefastas, a medio y largo plazo, para nuestra ciudadanía, especialmente para la parte más desamparada de la misma. Y aunque ya está siendo cansino, los argumentos potentes para el NO a Rajoy son muchos. Algunos los repetía el otro día, nuestro compañero Alfonso Rodríguez Badal, alcalde de Calvià: sus políticas son las que hemos combatido encarnecidamente durante los últimos cuatro años; la tremenda corrupción estructural de este PP; y la coherencia y credibilidad con el compromiso con nuestros votantes, de ser alternativa a la derecha, no sus compinches. Es cierto que después del “golpe de mano” interno, ahora cualquier decisión no es buena. Pero muchos preferimos reconstruir desde la credibilidad y firmeza de los compromisos, que desde el miedo a un resultado electoral malo.
Sí creo que el PSOE debe redactar concienzudamente un programa actualizado, un nuevo relato. Dar luz a todo lo que los ciudadanos han entendido, implica el eslogan del “No es No”. Y porque un relato no sólo sirve para dar explicaciones, o para hacer pedagogía. Un relato sirve para cambiar los términos de la discusión. Como nos recordaba el otro día Víctor Lapuente: el pensador William Riker lo llamó “herestética”, o habilidad de presentar un dilema político, desde un prisma nuevo. Trabajar para seguir siendo alternativa a la derecha, nos exige dotar de nuevos contenidos a nuestro proyecto político, desmarcándonos sin complejos del PP, y tratando de imponer un nuevo lenguaje. Porque la confianza – escribía Josep Ramoneda – la transmite el que marca el sentido de las palabras, no el que va a remolque, intentando simplemente corregir algún error de ortografía. He escrito hace ya tiempo, que debemos enfrentar con firmeza, algunas de las grandes lagunas que tenemos en nuestro apoyo electoral: la de los jóvenes; la de las grandes urbes; y la del enfoque del problema territorial, en base al diálogo sincero y permanente, sin miedo, sin tabús, pero sin subordinación ni vasallaje, con los partidos llamados nacionalistas y/o soberanitas. El futuro de la izquierda lo ganará, creo, quien conecte con aquellos que buscan pero no encuentran.
Y no compañero Javier, salvar al PSOE, no es salvar a Susana Díaz. Así que No a Rajoy, Terceras elecciones, Primarias y Congreso Extraordinario. ¡YA!. No olvides que los militantes, como escuché decir el otro día a Michelle Obama: “Tenemos conocimiento. Tenemos una elección. Tenemos un voto”.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 15 de Octubre del 2016


lunes, 10 de octubre de 2016

¿PODEMOS CON PODEMOS?

Y vaya por delante, que ya he manifestado públicamente, que soy partidario de llegar a algún tipo de acuerdo con Podemos y Ciudadanos. Pero también que estoy seguro de que va a ser muy difícil, casi imposible. Y no sólo por el veto recíproco que se aplican, y del cual no parecen apearse, uno al otro. También por el tipo de organización que, hoy por hoy, es Podemos.
Como alguna vez ya he explicado, Podemos es una fuerza de “aluvión”, en la que recalaron cientos de españoles indignados, con razón, por la política errónea e injusta que los partidos tradicionales, desnortados, aplicaron a la crisis global sobrevenida repentinamente. Una organización que creció de las manos de unos líderes ingeniosos, jóvenes profesores universitarios, de raíces ideológicas populistas y/o comunistas; que supieron aprovechar, en los nuevos medios de comunicación, la rabia explicable de muchos ciudadanos, y les ofrecieron como alternativa a sus males, toda una panoplia de ideas radicales, contradictorias entre si, e inaplicables a nuestra realidad económico social, inserta en el ámbito europeo.
Es cierto que el PSOE no estuvo exento de culpa. No vio venir la crisis, no la admitió al inicio, y se dejó deslumbrar por los remedios neoliberales, que aplicaban, que aun aplican, los gobiernos europeos. Pero el PSOE no es el PASOK griego, como a tantos les gustaba repetir. Es un partido con muchos años de historia, con gran tradición democrática, con su memoria y su cultura centenarias, con una apreciable capacidad para las renovaciones profundas, que se ha aplicado sin anestesia, muchas veces a lo largo de su historia. Un partido, no un popurrí. Como se ha demostrado en los últimos meses, al comprobar como Pedro Sánchez ha ganado la batalla del “NO es NO”, con el exclusivo apoyo de sus militantes y votantes; enfrentándose a una enorme presión mediática, de algunos de sus barones, de los demás partidos, de la Iglesia, y del sursuncorda (del latín “Sursum corda”).
El problema que tienen las fuerzas política que crecen en aluvión, es que antes o después sufren la inevitable crisis de adolescencia (como me parece comienza a ocurrirle hoy a Podemos), y si no dan con un buen cemento, comienzan a agrietarse (recordemos el ejemplo de la UCD, un conglomerado de grupos políticos sin una ideología clara, sólo unidos por el “poder” mientras detentaron el Gobierno). Las dificultades se presentan, cuando sus líderes se dejan arrastrar por egos desbocados, sin el freno de una organización bien consolidada (también sirve el ejemplo de la UCD). O, muy especialmente, cuando hay que comenzar a tomar medidas concretas, cuando hay que mojarse, y cada uno es de su padre y de su madre, pues es entonces cuando las grietas se convierten en espectaculares socavones. De ahí que algunas fuerzas políticas, sólo puedan conservar su apariencia de unidad, manteniéndose en la cómoda oposición.
Podemos tiene hoy ante sí, un serio problema de crecimiento y de identidad. A mí me parece que han perdido la inercia positiva que lograron, al asumir las reivindicaciones del 15M. Y que su estructura interna es cada día más autoritaria y caudillista. Lo ocurrido con En Marea, al verse obligados a renunciar a sus siglas, puede ser el inicio de una serie de problemas territoriales, que constatarán la debilidad actual del partido morado. Si Podemos quiere consolidarse como una fuerza de izquierdas de implantación nacional, debería revisar su organización interna excesivamente piramidal, y aclarar, seguro que con algún coste, su posición ideológica, tanto a nivel político, como económico y territorial. No se puede ser a la vez comunista y socialdemócrata, populista y transversal; ni defender el derecho a decidir en ciertos territorios, postulándose al mismo tiempo como un partido nacional.
A día de hoy, a Podemos le falta teoría y partido para enfrentarse al PSOE que, aun sin tener el acceso privilegiado a los medios que tiene aquel, parece seguir por delante en la intención de voto de los ciudadanos. A la organización de Iglesias, al menos de momento, le falta sentido de comunidad, cohesión, tradición y cultura democrática, y le sobra narcisismo. Y en donde no hay doctrina ni ideología, no puede haber partido.
Como escribió Mariam Martínez-Bascuñan, Podemos pretendió agrupar a la izquierda, activando un lenguaje político que a todas luces, o al menos a las de muchos de nosotros, no casaba con los marcos en los que se insertan los valores profundos de este país. La de España, hoy, es una izquierda posnacional, curada de afectos patrióticos por la herencia franquista, y más vinculada con una tradición cosmopolita. Puede ser españolista, “bien sûre”, pero se trata de un nacionalismo laico, poco susceptible de convertirse en un mito transcendente, que genere identidad política.
Difícil por no decir imposible, un proyecto político que pretenda basar su identidad, conjugando, en plan transcendente, el patriotismo español con otros periféricos nacionalismos. Un tal baile de máscaras, entre patriotismo, socialismo-comunismo, y derechos a decidir, poco tiene que ver con una izquierda compacta en lo ideológico, y en la relación de los militantes con su líder, que no se difumina en mitad de un experimento político de confluencias. Desde los inicios algunos, modestamente, creímos detectar en Podemos un claro error de diseño que nos llevaba a preguntarnos, hasta que punto tenía sentido aplicar estrategias, que presuponen activismos políticos para espacios sociales en contextos latinoamericanos, a una geografía política anclada ya en la cultura parlamentaria, donde el componente “ciudadano”, es más fuerte que el componente “pueblo”. En el trasfondo de todo ello subyace, me temo, que la identidad del “Proyecto” Podemos, se vinculó excesivamente al objetivo del “sorpasso”, al de ser un partido “por sí mismo” con capacidad de derrotar al PP.
Un próximo Gobierno español decente y honrado (y no me refiero sólo al tema del dinero) tendrá que tomar medidas difíciles, drásticas y duras. Y no se pueden afrontar medidas de calado, con frecuencia impopulares, desde una base inconsistente, desde una falta de definición ideológica, desde una organización aún no bien cimentada, y testada a lo largo de muchos años de desafíos importantes, a la que decisiones complicadas, no le hagan crujir las cuadernas. Y es por todo ello, por todo lo analizado y escrito, por lo que me pregunto ¿Podemos con Podemos?
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 14 de Septiembre del 2016.


PSOE Y MELANCOLÍA DE DIÁLOGO

En su columna de El País de hace una semanas, Máriam Martínez-Bascuñan me transportó a los viejos tiempos. Cuando en 1963 ingresé en la Facultad de Económicas de la Complutense, andaba yo buscando un alojamiento político acorde con mis ideales. El Partido Comunista ya no me gustaba un pelo, por su historia de gobierno en los países de la Europa oriental, y por su funcionamiento rígido en torno al “centralismo democrático”. Pero los grupúsculos a su izquierda, que enseñoreaban la universidad en aquellos días, trotskistas, maoístas, anarquistas… me repelían aun más, por su irrealismo y sus dogmatismos.
A mi el que me gustaba era el PSOE. Por todo lo que había leído sobre su historia; y por la influencia ideológica de Julián Besteiro (del cual me había leído su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas “Marxismo y antimarxismo”; y el magnífico libro, tesis doctoral, de Emilio Lamo de Espinosa “Filosofía y Política en Julián Besteiro”). Pero ya por aquel entonces el PSOE era, para muchos, un viejo y anticuado partido, una formación política que había sido vencida en la Guerra Civil.
Pero otros, como escribe Máriam, aunque éramos jóvenes, teníamos ya una edad, en la que necesitábamos de la memoria. Entendíamos que nuestra responsabilidad en el presente, se extendía a como narrábamos el pasado. Contar la historia con sus imágenes y sus metáforas, diría mucho de cómo quisiéramos relacionarnos con nuestro tiempo y el que vendría. Finalmente aquella efervescencia, que resultaba de la pulsión del cambio, fue canalizada por un PSOE renovado en su Congreso de Suresnes.
Muchos jóvenes militantes socialistas, se “escandalizan” estos días de los enfrentamientos entre la vieja guardia y partes del aparato, con la dirección elegida hace dos años y la parte más joven de la militancia. Y algunos incluso ya escriben sobre escisiones. No lo creo. Como ya he escrito a veces: “Nunca en el PSOE ha existido un pensamiento único. Se debate en él continuamente y libremente. Las más de las veces haciendo bastante ruido”. En los años treinta entre prietistas, caballeristas y besteiristas. En la dictadura entre el partido del interior, y la dirección de Llopis en Toulouse. Más recientemente, entre renovadores o felipistas y guerristas.
Felipe y Suarez
Como militantes hemos de tomar partido dentro del partido, y yo ya lo he hecho. Pero con serenidad y confianza sobre el futuro. El PSOE es un partido muy acostumbrado al debate y, también, un experto en pactos internos y externos. Internamente solucionamos en su momento, las diferencias mencionadas. Externamente pactamos con los azañistas y anarquistas en la República. Con el centro-derecha, nacionalistas y comunistas en la Constitución, y en los Pactos de la Moncloa. Y con los comunistas y algunos nacionalistas, en la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos en 1979. ¿Por qué no vamos a hacerlo una vez más? Y que nadie me interprete mal, No es NO. Terceras elecciones. Congreso Extraordinario y Primarias. Hoy por hoy, con este PP ni hasta la esquina..
Estamos los socialistas muy habituados al pacto y al diálogo, es decir, a solucionar nuestros conflictos a través de la palabra, de la argumentación, de las buenas razones. La palabra, el Logos, como recordaba el otro día Manuel Fraijó en El País, nos es común, un bien compartido. La lengua nos une sólo a los nuestros, pero el lenguaje nos emparenta, nos hermana, con todos los seres racionales. Como escribía María Zambrano, la gran discípula de Ortega, se trata además de una “razón con entrañas”, una “razón que no humilla a la vida”, que conduce directamente a “la piedad”. Y Nelson Mandela recordaba con tristeza: “Mi gente me acusaba de cobarde por tender la mano”.
Durante los muchos años que viví en Madrid, por estudios y dedicación política, me gustaba visitar Toledo, y lo hice con frecuencia. Y me resultó siempre difícil visitar la ciudad, sin recordar con lejana melancolía, que allí convivieron y dialogaron tres religiones, tres culturas, tres formas de vivir y morir. Su Escuela de Traductores, nos recuerda Fraijó, asombró al mundo, por su denodado esfuerzo en crear entendimiento y diálogo.
Carrillo y Felipe
Me gustaría llevar al ánimo de todos los militantes del PSOE, jóvenes y veteranos, dirigentes o “puta base”, viejas glorias o recién llegados, el recuerdo de nuestra cultura, de nuestra tradición de libertad de pensamiento y de debate incesante, pero también de fidelidad al partido, a sus estructuras y a sus dirigentes. Animarles a no dejar de lado, nuestra vieja costumbre de confrontar nuestros pareceres con pasión, pero con lealtad, y llegar siempre a un acuerdo.
Recordar que la verdad es sólo histórica – y “comunicativa” según Habermas – y producto de un diálogo razonado. Que del diálogo se sale siempre más enriquecido, más ilustrado, más humilde. Recordemos a Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla”. O el canto a la amistad de Aristóteles, que nace del diálogo.
Recordemos, o lean los más jóvenes, la reciente historia de Europa. Llena hoy de problemas y deficiencias, pero en paz y amigable convivencia, al menos en la zona occidental, desde 1945. Camino que se inició con el “abrazo” entre Adenauer y De Gaulle, solemnemente sellado en la catedral de Reims. Último paso de un diálogo que llevó al perdón mutuo, de cientos de años de agravios entre ambas naciones. Dos grandes políticos ¡de derechas! Dos grandes hombres de Estado, generosos y con altura de miras, que supieron perdonarse su pasado, y mirar hacia el futuro. O la posterior reconciliación entre alemanes, rusos, checos y polacos. Sellada cuando un gran Canciller alemán, Willy Brandt, tampoco ajeno al diálogo interior, cayó de rodillas en Varsovia, ante el monumento a las víctimas del nazismo. Aquel memorable día estalló la paz y comenzó, entonces sí, un “tiempo nuevo”.
Y más cerca de hoy, rememoremos los tiempos no tan lejanos de nuestra Transición. Aquellos fueron también días de agotadoras sesiones de diálogo, de palabras de honor, de apretones de mano, de mutuas concesiones, que nos trajeron hasta nuestro presente. De días en los que recordábamos sin cesar a Nietzsche, cuando tachó de fanáticos a los convencidos sin fisuras. Y George Steiner ha escrito que Europa es el “lugar de los cafés”. Y que si alguien deseaba encontrar a Pessoa, a Freud o a Unamuno, le bastaba con montar guardia ante sus cafés favoritos. Y que aquellos cafés eran lugar de diálogo, de tertulias, de conversaciones y de pactos o acuerdos. Y yo viví personalmente, la gran cantidad de estos que se “firmaron” en el bar del Congreso o en sus pasillos.
Así que un cafetito y un diálogo.

Palma. Ca’n Pastilla a 18 de Septiembre del 2016.