Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

martes, 25 de octubre de 2016

EL PSOE Y EL EXISTENCIALISMO

Nunca he sido en verdad existencialista. Y tampoco sartriano, especialmente en política. Y cuando llegué a la universidad, allá a mediados de los sesenta, los existencialistas comenzaban a estar pasados de moda. Y al inicio de los ochenta, habían cedido ya el paso a nuevas generaciones de estructuralistas, posestructuralistas, deconstruccionistas y posmodernistas en general. Nunca entendí ni me interesó su jerga. Ese nuevo tipo de filósofos, parecía tratar la filosofía como un simple juego. Hacían malabarismos con signos, símbolos y sentidos, y extraían palabras raras de los textos de los demás, para que todo el edificio se viniera abajo.
Aunque cada uno de esos movimientos – como nos explica Sarah Bakewell – estaba en desacuerdo con los demás, la mayoría formaban un frente común, a la hora de considerar el existencialismo y la fenomenología, la quinta esencia de lo que ellos “no” eran. El vértigo de la libertad y la angustia de la existencia, eran algo molesto. La biografía estaba pasada de moda, porque la propia vida lo estaba. La experiencia también estaba “démodé”; con un talante bastante despreciativo, el antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss, había escrito que la filosofía basada en las experiencias personales, era “metafísica de dependienta”. El objetivo de las ciencias humanas era “disolver al hombre” y, al parecer, el objetivo de la filosofía era el mismo.
Esos movimientos de moda en mis tiempos universitarios, que habían echado del camino al existencialismo, envejecieron muy pronto y mal. Las preocupaciones de comienzos de este siglo, ya no son las mismas que las del último tercio del pasado. Quizás, hoy en día, sea aconsejable buscar algo diferente en filosofía. Y a ello nos puede ayudar revisitar a los existencialistas, con su atrevimiento y su energía.
Decía Jean-Paul Sartre: “Eres libre, por tanto, elige… es decir, inventa”. No hay nada seguro en este mundo. Ninguna autoridad puede aliviarte del peso de la libertad. Podemos sopesar consideraciones morales o prácticas, con todo el cuidado que queramos, pero al final debemos arriesgarnos y hacer algo, y sólo depende de uno mismo lo que ese “algo” sea. Podemos pensar que actuamos guiados por unas leyes morales, o que actuamos de manera determinada debido a nuestro carácter psicológico, o a nuestras experiencias pasadas, o a causa de lo que ocurre a nuestro alrededor (a nuestras circunstancias diría Ortega). Todos esos factores pueden representar un papel en nosotros, claro. Pero todo el conjunto de ellos, no hace más que sumarse a la “situación” desde la cual debemos actuar. Aunque la situación nos parezca insoportable, seguimos siendo libres de decidir que hacer, en mente y en acto. A partir del lugar donde estamos, podemos elegir. Y al elegir, elegimos quienes seremos.
Si todo esto nos suena difícil e incómodo, seguramente es porque lo es. En ningún momento afirma Sartre, que la necesidad de seguir tomando decisiones, no nos provoque una ansiedad constante. Peor, él aumenta aún más esa ansiedad, señalando que lo que hacemos “” que importa realmente. Que deberíamos tomar nuestras decisiones, como si estuviéramos eligiendo en nombre de toda la humanidad, aceptando toda la carga de responsabilidad, por el comportamiento de la raza humana toda. Y si evitamos la responsabilidad engañándonos a nosotros mismos, como si fuéramos víctimas de las circunstancia, o del mal consejo de alguien, no estaremos consiguiendo hacernos cargo de las exigencias de la vida humana, y elegiremos una existencia falsa, apartada de nuestra propia “autenticidad”.
Karl Jaspers por su parte, se concentró en lo que llamaba “Grenzsituationem”, situaciones límite. Experimentar tales situaciones era para él, casi sinónimo de existir, en el sentido kierkegardiano. Aunque son difíciles de soportar, son los rompecabezas de nuestra existencia, y abren la puerta a filosofar. No podemos resolverlos pensando en abstracto; deben ser vividos, y al final hacemos nuestras elecciones, con todo nuestro ser. Son situaciones “existenciales”.
El existencialismo de Sartre, implica que es posible ser auténtico y libre, mientras sigamos haciendo el esfuerzo. Sí, escribe Sarah Bakewell, es emocionante y terrorífico a la vez, y por los mismos motivos. Y como resumió Sartre en una entrevista:
“No hay camino marcado que conduzca al hombre a su salvación; éste debe inventar constantemente su propio camino. Pero para inventarlo es libre, responsable, no tiene excusas, y en él reside toda esperanza”.
Para Sartre, si intentamos encerrarnos dentro de nuestra propia mente, “en una bonita y acogedora habitación, con los postigos cerrados”, dejamos de existir. No hay hogar acogedor: la verdadera definición de lo que somos, es estar fuera, en un camino polvoriento.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 25 de Octubre del 2016.

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