Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

sábado, 23 de enero de 2016

Un "novivir"

Mi cerebro ya no es capaz de procesar más de una barbaridad, en unas pocas horas: Pablo Iglesias, Mariano Rajoy… compitiendo por la sinrazón. Me voy a retirar un par de meses por lo menos, a un monasterio con las obras de Ortega, Habermas, Montaigne y algún otro. Y me dedicaré a pensar, a reflexionar y a escribir sin ruidos, sin poder caer en la tentación de escuchar memeces. Y luego ya me lo contareis.
Para los que nos preocupamos seriamente por la res pública, por el bien de la ciudadanía, ni a base de pastillas podemos combatir esa angustia. Me va a dar otro infarto. Cuando Ortega lamentaba algo, lo lamentaba sin titubeos, cuando se deprimía, se deprimía con fuerza, con la frescura paradójica, eso sí, de un desarreglo que se combate nombrándolo, escribiéndolo, haciéndolo palabras. Con frecuencia Ortega trata de filosofía, pero no de la filosofía como asunto científico o académico, trata de la vocación intelectual que se activa con la filosofía, como arrebato irrefrenable y rapto físico, como deseo de saber y seguir sabiendo, sensación vibrante de tener un instrumento insustituible e invencible, contra la adversidad, contra el daño o la debilidad: el ejerció de la inteligencia como gimnasia del instinto, del placer en prácticas perpetuas, como vocación elegida e irreprimible.
Pensar decía, es “terror, entusiasmo, desazón, curiosidad, profunda delicia, exaltación”; es lo que se produce en nuestra vida “en sus momentos culminantes, cuando el vivir se estira, se acrece, y siendo vivir, es más que vivir”.
Pues sí, quien pudiera en estos días, pensar rodeado de silencio, leer y escribir alejado del mundanal ruido. Me temo que yo ya no soy capaz, me tendrían que pastar de nuevo. ¿Alguien comienza a añorar ya la “vieja política”.

Palma. Ca’n Pastilla a 22 de Enero del 2016.

jueves, 21 de enero de 2016

Hasta las narices de algunos líderes regionales

El otro día en Facebook, contesté esto a un amigo:
Nunca en el PSOE ha existido un pensamiento único o dogmático. Se debate en él continuamente y libremente. A veces haciendo bastante ruido. En el alma de la organización, siempre han existido unas pulsiones libertarias muy fuertes. Quizá por eso me siento tan a gusto en él. Jamás me afiliaría a un partido, donde todos tuvieran que pensar exactamente lo mismo, obedecer de continuo la opinión del "jefe". Y en ello andamos”. Sigo pensando lo mismo.
Pero una cosa es esto, y otra muy distinta, me parece, que aquellos que detentan en estos momentos, cargos orgánicos o institucionales, anden por ahí parloteando, intentando introducir palos en las ruedas de la bicicleta de Pedro Sánchez. Vale que Nicolasín Redondo, o el bruto de Corcuera, vayan largando estupideces. Se les pasó el arroz y no lo pueden soportar. Pero los señores y señora presidentes de comunidades, deberían saber controlar sus desmedidos egos, por lealtad al partido e, incluso, por un inteligente control de sus ambiciones cara al futuro. No se han enterado que desde las primarias del pasado 13 de Junio del 2014, y especialmente por las continuas visitas de Pedro a las agrupaciones de toda España, el poder real y definitivo ha pasado a manos de los militantes.
No sé si al final Pedro será investido Presidente del Gobierno. Pero de momento ya ha conseguido, que la llave de la investidura, la decisión sobre el futuro Gobierno, esté en manos del PSOE. Si sé, como todos los “militantes”, puede que algún afiliado no, que la palabra decisiva, entre Congreso y Congreso, la tiene el Comité Federal, y que éste se reunirá el día 30, y que es bueno que así sea ¿A quien le están recordando a diario esta obviedad, algunos líderes?
En algunas sedes territoriales del partido parece constatarse ya, que empieza a ser factible que Pedro tenga bastantes opciones de conseguir la investidura. A Sánchez se le agranda el sumatorio, en tanto que el de Mariano Rajoy no se mueve. Esta situación, sin embargo ¡no produce alborozo, sino preocupación, entre algunos líderes! ¿Por qué no se atreven a explicar públicamente, el motivo profundo de esa contradicción? El partido ha cambiado mucho, mientras ellos actúan pensando en el partido de antes, con su estructura jerarquizada y netamente dividida, echándola de menos, reclamándola una y otra vez de forma inútil, casi lírica y, en el fondo, sentimental o interesada.
Ocurra lo que ocurra, la legislatura será complicada, dura, repleta de acuerdos y pactos, casi ley a ley. Pero esto es lo que deseaban los votantes, los ciudadanos, una situación a la danesa sin daneses ¿o no? Pues a lo hecho, pecho. Los contrarios a pactar con Podemos y/o con nacionalistas, aluden constantemente, a la “inestabilidad” que un Gobierno de esa índole traería consigo, en una coyuntura muy difícil. Pero eso los líderes regionales ya lo están sufriendo en sus carnes. Y todavía no sé de alguno, que haya dimitido por culpa de esa inestabilidad, a consecuencia de esa necesidad de estar a diario acordando las medidas a tomar. Coherencia por favor. A Podemos ya lo hemos descubierto hace mucho. Es una especie de artefacto poco sólido, y lo será menos según se vayan agravando sus contradicciones internas. Pero ha tenido mucho voto de ciudadanos auténticamente de izquierdas. Y en cuanto a los nacionalistas ¿hay algún otro medio de detener su deriva, y que no implique la fuerza bruta, que no sea la tender puentes y acordar con ellos una solución sensata, en pro de la unidad de España?
Hay que ser muy burros para pensar que todo esto lo desconoce Pedro. Si no lo sabía antes, a estas horas ya conoce perfectamente, las dificultades internas y externas, a las que se va a tener que enfrentar. Pero a diferencia de los aparateros regionales, el sigue adelante sin titubear. Y estas son las condiciones que adornan a los auténtico líderes: ambición, fe en si mismo, decisión, visión de futuro, conocimiento de la realidad en la que uno se mueve (de sus “circunstancias” en lenguaje orteguiano) y una gran valentía para arriesgarlo todo, en la persecución de lo que le parece factible y óptimo para el pueblo.
¿No queríamos Política en mayúsculas? Pues ya está aquí.

Palma. Ca’n Pastilla a 21 de Enero del 2016.

viernes, 15 de enero de 2016

Pensamiento postmetafísico

A todos los diputados nuevos, junto con los ejemplares de la Constitución y del Reglamento del Congreso, se les debería repartir un ejemplar de este libro. Me parece que ayudaría mucho, a la hora de debatir con razones de calado, y argumentos que vayan más allá de meros titulares y frases ingeniosas.
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Habermas emplea el término “metafísica”, para aludir a todo aquello que quiere superar, del pensamiento filosófico tradicional: en primer lugar, el intento de reconducir las apariencias a un principio originario, que haga las veces de “fundamentación última”. Pero también la filosofía moderna de la conciencia, desplegada desde Descartes, que concibe el “yo pienso” como instancia última de certeza. En lugar de remitirse a la tradición metafísica, opta por defender su concepción comunicativa de la razón, frente al tribunal científico de la filosofía del lenguaje contemporánea, e instaurar así, un “pensamiento postmetafísico”, con conciencia de su falibilidad y mucho más humilde en sus pretensiones, pero más acorde con la acreditada imposibilidad, de seguir apoyándose en certezas o premisas dogmáticas, aportadas por una determinada religión, cosmovisión o weltanschauung.

Así pues, las condiciones que hacen posible el lenguaje no son, en ningún caso, de índole metafísica, sino meramente pragmáticas, esto es, inmanentes a la praxis comunicativa. Por ello, y aunque Habermas no elude el “problema de la verdad”, cuestión central a lo largo de la historia de la filosofía, no habla de “condiciones de verdad”, pero sí de “condiciones de aceptabilidad”: un enunciado no es verdadero porque corresponda a un determinado estado de cosas, ni simplemente porque resulte coherente con otros enunciados; lo es porque a lo largo del proceso comunicativo, llega a ser aceptado como justificado, bajo determinadas condiciones ideales. Y entre estas condiciones se incluye, el respeto de ciertos procedimientos y reglas de juego: exclusión de toda coacción dentro del proceso argumentativo, reparto equitativo de derechos y deberes de la argumentación, transparencia en la exposición de razones… etc. En este sentido, una regla de juego elemental, consistiría en aportar todo tipo de razones, hasta que se hagan valer como las mejores, de acuerdo con el conocimiento disponible en un momento determinado: es preciso, por tanto, disponer siempre de “razones justificatorias” que avalen nuestra pretensión de verdad, una “verdad” que, a pesar de que “apunte más allá” de todas la evidencias potencialmente disponibles, no puede ser entendida en la práctica discursiva cotidiana, sino como “aseverabilidad justificada” mediante razones.

Palma. Ca’n Pastilla a 15 de Enero del 2016.

jueves, 14 de enero de 2016

Agustí Calvet "Gaziel"

El nuevo President de la Generalitat, Carles Puigdemont, citó en su discurso de investidura, un texto de Gaziel: “Soc falible, però isubornable”. Hubiera sido un momento estupendo, para decir algo más sobre Gaziel y su obre póstuma: Quina mena de gent som. Quatre assaigs sobre Catalunya i els catalans.
Agustí Calvet, más conocido como Gaziel, que muchos consideran como uno de los más grandes periodistas, de la Cataluña del siglo XX, se vio obligado a escapar con su familia de la Barcelona revolucionaria en 1936. Estuvo instalado en Francia y Bélgica, pero retornó a España en 1940. Tras el sobreseimiento de las causas que se le abrieron, estableció su residencia en Madrid, buscando otras maneras de ganarse la vida, en una suerte de largo exilio interior. Aunque sus artículos ya no pudieran ver la luz en los diarios, jamás dejó de escribir. Republicano íntegro y de talante moderado, laico y demócrata, amante de su tierra y su lengua, más federalista que nacionalista, murió a la edad de 77 años y dejó un legado literario, formado por ocho libros en castellano y catorce en catalán. Josep Benet, en el prólogo a la Obra Catalana Completa (1970) que publicó póstumamente la Editorial Selecta, valoró así su contribución: «Probablemente ha sido el escritor político más inteligente que ha dado la derecha catalana en este siglo».
El primero de los ensayos de Quina mena de gent som, presentado como una introducción a una nueva historia de Cataluña, es valorado por diversos historiadores, como una pieza extraordinaria. Fue escrito en 1938 en París, tras una detenida relectura de una obra fundamental, de la historiografía catalana: “Historia de Cataluña (1934-1935)” de Ferran Soldevilla, que Gaziel definía como uno de los libros más bellos, al tiempo que bien construidos, que pueden leer los catalanes, inflamado todo de fe catalanesca, la fe ciega del patriotismo. Adolecía, sin embargo, de un problema: no era tanto la historia de unos hechos, como la de un deseo maravilloso urdido con ellos. O, expresado de otro modo, Soldevilla no presentaba, en realidad, la historia de Cataluña, sino la historia del sueño de Cataluña. En opinión de Gaziel, el objetivo tenía que ser: no elaborar una contrahistoria o una antihistoria de las anteriores, sino una historia diferente, “más real, más directa y profunda”. Y el resultado no iba a ser ni una historia ejemplar y estimulante, ni un cuento de hadas patriótico.
Insistía Gaziel en que, a lo largo de más de mil años, Cataluña nunca había existido como entidad política; los catalanes fueron, en todo momento, incapaces de construir un estado, “una entidad política propia, exclusiva”. El término Cataluña no tuvo en ningún momento, ni el sentido ni el contenido, que se le estaba dando desde la Renaixença: el arca maravillosa, que guardaba los sueños patrióticos, de los nacionalistas catalanes de su época, no había existido nunca en el pasado. Se trataba, en fin, de una figura mitológica, hija del moderno nacionalismo. Toda historia nacionalista – o absolutista, o fascista, o federalista – era, simple y llanamente, una historia falsa.
Gaziel criticaba lúcidamente, en estas historias impregnadas de ideal nacionalista, el que hicieran converger todos los acontecimientos del pasado, hacia la necesidad apriorística, de obtener como coronación, la plenitud de la nacionalidad catalana en una forma estatal. Para él era indispensable, en resumen, una nueva historia que dejase de contar lo que debió ser y no fue, para intentar explicar, de una vez por todas, lo que realmente fue. Al fin y al cabo, la labor de todo historiador que se precie, de cualquier auténtico historiador: contar la historia tal como fue, con el rigor y objetivad de las fuentes y documentos, por muy desagradable que el resultado nos parezca.

Palma. Ca’n Pastilla a 13 de Enero del 2016.

lunes, 11 de enero de 2016

Clásicos, helenos, versus románticos

Los de mi generación fuimos idealistas, utópicos, ilusos, “revolucionarios”… los de la izquierda mayoritaria (PSOE, PCE) me refiero. Teníamos sentimientos, claro, y profundos. Pero jamás dejamos que el sentimiento, y no la razón (como en el romanticismo), guiará nuestras actuaciones políticas. Fuimos muchas cosas, en algunas erramos, pero nunca fuimos políticamente románticos, en el sentido profundo del término. Al menos eso creo.
Escribe Ortega y Gasset en El Espectador, de cómo el clasicismo lleva anejo el carácter de perfección. Y solo hacemos perfectamente, dice, lo que es un poco inferior a nuestras facultades. La sociedad sería perfecta, si los ministros fueran gobernadores de provincia; los profesores de universidad, maestros de segunda enseñanza; y los coroneles, capitanes. No sé que adverso sino obliga a los hombres a lo contrario, sobre todo en la edad contemporánea.
La cultura griega, ejemplo de clasicismo, se caracterizó por la limitación de su campo visual. Seguramente no pueda entenderse ni admirarse lo verdaderamente helénico, sino después de haber percibido, la preconsciente contracción a que somete la realidad. Y en cuanto a Dios, nombre colectivo que damos a lo que es ilimitado, infinito en extensión o en calidad, a cuanto rebosa nuestro poder de medir y prever ¿hay nada más antihelénico? Es curioso, me parece, el desarrollo de la indignación griega contra todo lo infinito. Lo in-definido, lo sin-límites, les saca de quicio. Cuando los pitagóricos descubrieron el número irracional, sintieron el vértigo, y lo consideraron como algo “escandaloso”. Por una sublime fidelidad a sus capacidades, que fue el secreto de Grecia, lograron los helenos suprimir de su preocupación, cuanto no puede ser fácilmente gobernado por la medida.
Romanticismo. Delacroix
Por el contrario, a mi parecer, el romanticismo es una voluptuosidad de infinitudes, un ansía de integridad ilimitada. Es un quererlo todo y ser incapaz de renunciar a nada. Por esto hay en él siempre, en el romanticismo, confusión e imperfección. El sujeto romántico encuentra siempre dentro de sí, la impresión de que fuera de él algo colosal acontece; pero a menudo, cuando quiere precisar esa enorme contingencia, se sorprende sin nada entre las manos. En tal situación lo mejor sería callarse; más el silencio es un género literario de sentido clásico, y el romántico prefiere hacer retórica.
Remataba Ortega: “Completando una frase ilustre, yo diría que el clásico, como Saúl, parte en busca de unas asnillas que ha perdido, y vuelve con un reino, mientras el romántico sale en busca de un reino, y vuelve a menudo con las asnillas de Saúl”.
Pues eso, mucho romántico veo yo, en las jóvenes y emergentes organizaciones políticas de hoy.

Palma. Ca’n Pastilla a 10 de Enero del 2016.

sábado, 9 de enero de 2016

Los enemigos de la Modernidad

El ensayista y profesor universitario Ignasi Boada, acaba de publicar un nuevo libro “Els límits del nostre món” en Papers d’Estudi. En el mismo narra la genealogía de la Modernidad, desde su aparición hasta nuestros días, y cuyo punto de llegada ya se anuncia en el subtítulo del libro: “La insuperable fragilitat de la raó moderna”. Parece que la Modernidad, la Ilustración, se hubiera puesto de moda, al menos en círculos intelectuales, pues de Anthony Pagden también acaba de publicarse un nuevo libro, del cual escribiré un día de estos: “La Ilustración. Y por qué sigue siendo importante para nosotros” (Alianza), que es una continuación del muy conocido de este mismo autor: “La Ilustración y sus enemigos”.
Ignasi Boada
Nos explica Boada como las llamadas “guerras de religión” (un periodo de más cien años, a caballo de los siglos XVII y XVIII) luchas fanáticas para imponer verdades irreconciliables, dejaron al descubierto la incapacidad de las religiones, para guiar las inquietudes morales y espirituales del continente. Indicaron claramente que la verdad, ya no se podía ir a buscar entre las confesiones en pugna, que habían demostrado no ser sino máquinas de odio y destrucción. Y en este terrible discurrir por la incertidumbre, el racionalismo encontró su momento histórico. La posibilidad de abordar el conocimiento con las herramientas del empirismo, la deducción y las matemáticas, fue adquiriendo un prestigio creciente en la búsqueda de una moral emancipatoria del dogma, y en la concepción de una teología que libera a Dios, del peso de intervenir en los asuntos terrenales y permite, en consecuencia, la exploración de un conocimiento positivo, independiente de la revelación. No olvidemos que el siglo XVII, el de Hobbes, Locke, Descartes, Pascal y Leibnitz, es también el siglo en que la consciencia individual llega a su estado de madurez y, también, el siglo en qué, en la obra de Isaac Newton, la ciencia hará valer su autoridad para dar cuenta de los fenómenos naturales. Todo este movimiento despeja el camino hacia la Ilustración, establece los fundamentos del Estado de derecho, y conduce a un mundo nuevo, regido por la confianza absoluta en la razón, y en el pensamiento científico que de la misma deriva.
Pero la Modernidad, que ha proporcionado al mundo occidental, las herramientas para construirse, ha tenido desde sus orígenes, críticos, detractores y enemigos mortales, que han puesto en evidencia sus puntos débiles. Algunos de estos enemigos surgen de sus propias entrañas: la razón, desprovista de una reflexión profunda sobre los fundamentos y las consecuencias de sus actos, llevó a Auschwitz y al gulag.
En nuestro tiempo, el principal enemigo de la Modernidad es el hombre exigente y despreocupado, que nos descubrió Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas” (1929) y que, ya en el siglo XXI, provisto de todos los juguetes tecnológicos del presente, puede enriquecer su afán de despreocuparse de las cosas, desviando continuamente la atención. Los ilustrados estaban convencidos de que accediendo a la educación y a la información, se crearían ciudadanos capaces de garantizar la democracia, pero el primer requisito no ha sabido hacer frente de modo conveniente, a la hipertrofia del segundo: si hace trecientos años, el problema era el de cómo hacer circular la información, ahora el problema es como detener el torrente de información inútil, que tiene ocupados a los ciudadanos las veinticuatro horas del día. Como escribe Boada, no hay fast-thinking. Ni la cultura de la imagen, ni la avalancha de los mensajes digitales, pueden sustituir el discurso verbal como fuente del pensamiento crítico, y sin el pensamiento crítico nos volvemos a condenar a la destrucción. Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 31 de Diciembre del 2015.


lunes, 4 de enero de 2016

De porqué los Barones del PSOE, deberían leer a Leibnitz y a Ortega

En su libro, publicado post mortem, “La idea de principio en Leibnitz y la evolución de la teoría deductiva”, Ortega formula de nuevo la cuestión del “curso” histórico de la filosofía, hablándonos de que es lo que el hombre puede esperar como ser racional, en los momentos en que las cuestiones referentes a la fe y a la duda, creencia y escepticismo, optimismo y decepción, se entremezclan de forma compleja. Como el pintor que declara que el arte es una baratija de la burguesía, y el novelista que especula sobre la “muerte” de la novela, mientras continúa persiguiendo nuevas maneras de narrar, también el filósofo, viene a decir Ortega, y el político añadiría yo, debe esperar que la forma de realizar su búsqueda, sufra alteraciones a lo largo del tiempo.
En la investigación sobre Leibnitz, el gran teórico del optimismo, Ortega pretendía determinar el curso (lo que más adelante Marías denominaría biografía) de este cuasiutópico empeño, como una serie histórica de respuestas a la condición humana, ninguna de las cuales era definitivamente válida ¡al loro Barones y Baronesa! Por ello, el primitivo supuesto eleático del Ser, ajeno a las cambiantes apariencias del mundo del devenir, como la posterior teoría platónica de ideas inmutables, sólo revelaban la aspiración de los griegos, por conseguir alguna forma de permanencia en medio del fluido cambio ¿Se habrán quedado los Barones en la antigua Grecia? Y es que estas posiciones, como muchas otras, lejos de enunciar verdades “eternas”, no fueron si no fases del curso de la razón histórica viviente.
Susana Diez
La corriente fundamental con la que Ortega se alineó, es la de Descartes, Leibnitz y Kant, todos ellos exponentes de la razón sintética y deductiva, que a través de la intuición, alcanza los principios que ordenan la experiencia. Del mismo modo que en los grandes cambios de paradigmas y revoluciones conceptuales, características de la ciencia en sus momentos más creativos, así también la teoría deductiva en filosofía, y en política podríamos añadir, debe preceder y “descubrir” la experiencia antes que someterse a ella. Por el contrario, la línea que va desde Aristóteles, los estoicos, Tomás de Aquino, los últimos escolásticos, Locke, hasta Heidegger, ha establecido una tradición que comete el pecado de petitio principii por apoyarse, sin justificación, en lo que a primera vista se presenta como evidencia. Pues lo que permanece en medio de los múltiples avatares de la razón, a lo largo de la historia, es su función como una perspectiva, en la que el hombre puede clarificar racionalmente lo que, de otro modo, sería la indeterminación propia de una vida irreflexiva, inmersa en impresiones sensoriales inmediatas. En el mundo clásico, para Ortega, la “imaginación cataléptica” de los estoicos, una escuela degenerada de la escuela de Aristóteles, era el ejemplo más significativo de una “filosofía del sentido común” (el menos común de los sentidos decía Unamuno) el cual, que conste, no es inteligencia, sino “asunción ciega por sugestión colectiva”, como todo lo que se llamaba “evidencia”.
Al ocuparse de Leibnitz, cuya obra admiraba sin reservas, como la forma más noble de la fase racionalista del pensamiento postcartesiano, Ortega, en última instancia, trataba de distinguir su propio método de análisis existencial, del de otros filósofos modernos, principalmente Heidegger, que, en su opinión, carecían del “optimismo” que adivinaba en la “dinámica concepción del ser” de Leibnitz. Por esta última entendía el esfuerzo por el que lo meramente posible, llega a la autorrealización: “Leibnitz fue quien primero vio claramente que el hombre, no está en la realidad de modo directo o inmediato como lo está la piedra. Nuestro estar en la realidad es sumamente extraño: consiste en estar siempre llegando a ésta desde fuera, desde posibilidades”. En términos orteguianos, llevamos a cabo la mejor conclusión posible, de las múltiples posibilidades de nuestra existencia, al conducirnos de acuerdo con el proyecto de vida que hemos elegido. Esto no es, por emplear palabras de Sartre, “condenado a ser libre”, pero sí asumir la propia libertad, como una dimensión del carácter abierto de la vida. Para Ortega, tal era el mensaje esencial del “optimismo del ser” de Leibnitz. El mundo está constituido por la respuesta de cada hombre a la vida, que ejemplifica la buena fe de su propósito de ser, en la medida de lo posible. (Ser en la medida de lo posible, para los hombres y los partidos, también en la esfera de lo político).
En su disconformidad con la idea, entonces de moda, del compromiso, Ortega mostró una vez más su desagrado temperamental, ante aquellos cuya filosofía se tornaba en ansiedad, en desarraigo y en desesperación. Argumentaba que, puesto que pensamos para salvar nuestras vidas del “naufragio” de nuestros proyectos, la filosofía (la política) no puede concebirse en un estado de desconsuelo, de situación límite. Para mantener su poder “liberador", la filosofía y la política, deben lograr alguna independencia de la lucha en que han nacido. Cualquier interrogante sobre el Ser, era para Ortega una misión metafísica, que debe realizarse dentro del marco, mediatizado por la historia, de la filosofía como una serie de experimentos del pensamiento, como soluciones temporales al problema del “desarraigo” del hombre.
Emiliano García-Page
La filosofía (la política) nace y renace cuando el hombre pierde su fe o sistema de creencias tradicionales, y por tanto cae en la duda, al tiempo que se cree en posesión de una nueva “vía” o método para salir de ésta. En la fe se está, en la duda se cae, y en la filosofía se sale de ésta al Universo. El hombre está obligado a ejercitar la filosofía (la política) hasta encontrar algo mejor, sin dejar de reconocer en todo momento, que ninguna perspectiva es totalmente adecuada para descubrir la “verdad”.
El esfuerzo por reconstruir la sucesión de los “desembarcos” del hombre, desde el apremiante mar de dudas en el que se ha visto siempre obligado a nadar, no es, sin embargo, una fría enumeración de errores. En la recepción de los sistemas anteriores, como en la elaboración del nuestro propio en el presente, descubrimos que la teoría, como motivo de regocijo intelectual, pasa a ser un antídoto para el criterio melancólico del pensador “comprometido” y el pesimismo heideggeriano. Desde el punto de vista de Ortega, el fallo esencial de la filosofía de la angustia, es su cualidad monocromática, su traición al carácter polifacético de la verdad. Por el contrario sólo se alcanzan los principios, mediante los saltos de la teoría, dados desde un trampolín metafísico. Y desde la teoría, se deducen los constructos en que se apoyan la filosofía, la ciencia y la poesía, ninguna de las cuales refleja directamente el mundo, ni pueden ser inducidas desde la sola evidencia empírica. La “cataléptica” admisión de los estoicos de la evidencia sensorial, por ejemplo, está completamente en contra, de la noble facultad de la mente de hallar principios que, en su aspecto deductivo, permiten al hombre descubrir nuevas dimensiones de la realidad. Y en eso debiéramos estar, y no en la angustia de los egos mal controlados.
Javier Lamban
El margen de libertad de que disponemos en el mundo, en España en estos días, ciertamente nos viene impuesto y no es gran cosa. Ortega diría: “Tenemos que ser en vista de este mundo, de una circunstancia determinada, obligados a vivir aquí y ahora”. Y el propósito de ese acto debería ser retomar nuestra continuidad, sí, pero continuar no es quedarse en el pasado, ni siquiera enquistarse en el presente, sino movilizarse, ir más allá, innovar pero renunciando al brinco y al salto y a partir de la nada. De lo contrario viviremos fuera de sí, “alterados”, porque en el país ha habido alteraciones. Conviene pues que pongamos radicalmente término a las mismas, para que podamos volver a ser nosotros mismos. Decía Ortega refiriéndose a Toynbee: “Siempre está lejos del mar de los principios últimos, porque su navegación es de cabotaje”. Y así es, si nos asusta alejarnos de la costa, de lo conocido de siempre, jamás navegaremos por los anchos mares, en los que se contemplan los nuevos y bellos horizontes.
Pues eso. Tomen buena nota los Barones y Baronesa.

Palma. Ca’n Pastilla a 3 de Enero del 2016.