Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

viernes, 3 de junio de 2016

"UBI LIBERTAS, IBI PATRIA". PATRIOTISMO CONSTITUCIONAL (I)

Con el siembre recurrente “tema” de Cataluña, algunos amigos han reaccionado con cierto enfado, ante otros que hablábamos de “patriotismo constitucional”. Pensaban ¿piensan? que somos unos talibanes de la Constitución del 78. Que tenemos una visión acrítica, casi religiosa, de la misma. Que nos postramos ante ella, como los cristianos ante la Biblia, los musulmanes ante el Corán, o los judíos ante la Torá. Y ni de lejos va de eso, al menos no para mí, ni para Dolf Sternberger que acuñó el concepto, ni para Jürgen Habermas quien lo difundió. Está más relacionado, me parece, con el viejo dicho latino de “Ubi libertas, ibi patria” (“Donde está la libertad, ahí está mí patria”). Lo explico un poco.
Con frecuencia, el empleo público del término “patriotismo constitucional”, ha estado acompañado de una fuerte polémica. Incluso la pequeña historia de la recepción de esta noción, ha sido algo azarosa. Cuando fue puesta en circulación en Alemania, durante la década de los ochenta, obtuvo poca resonancia, limitada básicamente al ámbito académico. Años después, al inicio del nuevo milenio, ha encontrado una sorprendente difusión en España, siendo mil veces repetida, por personas profanas en cuestiones teóricas. Pero el hecho mismo de que el uso de este concepto, suscite abiertas polémicas, se encuentra ciertamente entre los efectos perseguidos, por quienes lo concibieron. Tanto para Dolf Sternberger, como para Jürgen Habermas, el debate público resulta indisociable de la cultura política democrática.
El uso masivo de dicho término, ha generado interpretaciones sesgadas, pero que no logran hacer palidecer, su sugerente y atractivo potencial. No obstante, posee unas connotaciones particulares que es preciso advertir, para evitar usos que no hagan justicia a su sentido primigenio. Y eso es lo que a veces acontece cuando, por ejemplo, apenas se insiste en su carácter profundamente secularizado, propio de un pensamiento postmetafísico. O cuando, al contrario, se hace hincapié en su naturaleza abstracta, y se niega de plano su posible capacidad, para motivar el compromiso y la acción de los ciudadanos.
Para precisar el sentido que Habermas otorga, a la noción de “patriotismo constitucional”, es útil precisar el contexto histórico-social, para que el que, en su origen, fue concebido. Recordar que el filósofo utiliza el término, en referencia a tres núcleos de cuestiones bien diferenciadas: 1º- como dotar de una nueva identidad colectiva, a una comunidad política que ha experimentado una ruptura insalvable, en la continuidad de su propia historia; 2º - cuales puedes ser los rasgos identitarios, compartidos por una sociedad marcada por un profundo pluralismo cultural; y 3º - sobre que bases comunes se podría asentar, la identidad de una Unión Europea aún en proceso de construcción.
A día de hoy el término “identidad”, se ha convertido en una de esas palabras clave, que articulan el peculiar engarce del pensamiento filosófico-antropológico, con el discurso político. Como sucede con casi todos los términos filosóficos, aplicados a la retórica política, el de “identidad” posee un confuso aire conceptual y un contenido muy poco preciso. La “identidad” personal no es un dato inmutable, y nunca se da de una vez por todas. Como advierte Habermas, no es algo que quepa asignarles directamente a los individuos. Debido, en gran parte, a los procesos de diferenciación social y funcional del mundo moderno, que obligan al desempeño de distintos papeles, los individuos asumimos múltiples pertenencias. Y a lo largo de la vida, cada cual se va relatando de manera diversa, la idea que tiene de sí mismo, de quien es. (Ver en mi Blog: http://senator42.blogspot.com.es/2015/09/la-riqueza-de-ser-esto-y-lo-otro.html).
Dolf Sternberger
Pero, en cualquier caso, el proceso de individualización tiene lugar, a la par que el proceso de socialización de los sujetos. Esta dimensión social se pone de manifiesto, como nos enseñó Hegel, en el hecho de que “las identidades que no son reconocidas por aquellos, con los que nuestras vidas y destinos están trabados, son inherentemente inestables”. Forzando los extremos de esta tesis, podría apuntarse (dice Habermas) de un modo más concreto, la necesidad de que dicho reconocimiento, se efectúe en una marco social estable. Sin embargo, la construcción social de la identidad personal, no coincide con la construcción, igualmente social e intersubjetiva, de la identidad colectiva. En consecuencia, el derecho de los individuos a ser diferentes, no ha de confundirse, en principio, con la defensa de la identidad de los diferentes grupos humanos. Los individuos deciden, con mayor o menor margen, su propia adscripción social. Los mismos no están necesariamente aferrados, a un determinado código social, sino que en unas circunstancias optan por uno, y en otras por otro. De hecho, en las sociedades modernas, profundamente polifónicas, un sujeto individual, sólo con enorme dificultad, es capaz de amoldarse a una única forma densa de identidad colectiva. Por ello, para poder abarcar la multiplicidad de situaciones sociales, las identidades colectivas tienen que definirse mediante rasgos genéricos.
Las entidades y comunidades políticas son construcciones sociales y, en cuanto tales, productos históricos: las comunidades son entidades imaginadas, como señalaba Benedict Anderson. No hay, en realidad, otras comunidades que las tramadas de manera narrativa, a partir de restos fragmentarios de un pasado común. La identidad colectiva, es decir, la idea que los miembros de un grupo concreto o de una sociedad entera, tienen sobre sí mismos, no se descubre ni es objeto de revelación, sino que “se forja” en común, sobre la base de un código cultural. En este sentido el nacionalismo resulta un caso ejemplar: los diversos movimientos nacionalistas, se autoconciben en términos de homogeneidad cultural (ya sea étnica, lingüística, religiosa o cosmovisional) y en términos de crítica, a las formas abstractas y neutrales del poder político. Con todo, la nación, además de responder a una herencia de raíz profana, exige una actitud consciente, que trasciende a una supuesta comunidad natural de la sangre y de la tierra. Implica, por tanto, todo un arduo trabajo de elaboración teórica por parte de élites locales, que permite filtrar historiográficamente, símbolos culturales no exentos de fisuras. Habermas mantiene también, que las naciones son comunidades socialmente construidas, que se dotan de un simbolismo constitutivo que bebe, no de hechos dados de forma natural, sino de una “tradición inventada”.
En los diferentes escritos e intervenciones públicas de Habermas, late un radical cuestionamiento de la identidad nacional como forma de identidad colectiva, acorde con las exigencias morales de autonomía y racionalidad. Habermas se pregunta, si no sería posible un tipo de identidad colectiva, que se inspirase en razones compatibles, con el proyecto democrático y, en particular, con los derechos humanos. Su autorespuesta no consistió en la formulación, de un nuevo modelo ideal, ni de una noción abstracta, sino en señalar los perfiles, de una opción alternativa ya existente. Se disponía de una serie de observaciones empíricas, que daba a entender un notable “debilitamiento del elemento particularista, en la figura de conciencia que representaba el nacionalismo”. El “patriotismo constitucional” poco tendría que ver, con el tradicional patriotismo del Estado nacional: está pensado – y eventualmente también vivido – como identificación política racional, y como elección libre de un proyecto de vida en común.

Palma. Ca’n Pastilla a 18 de Mayo del 2016.


2 comentarios:

  1. Apreciado Emilio,

    He leído "La inclusión del otro" de Habermas y, en general, sé de lo que hablan cuando izan la bandera del patriotismo constitucional. Y lo cierto es que discrepo enormemente de esta fórmula. Las razones: si bien el patriotismo constitucional surge como alternativa a la idea de patriotismo "primario", su objetivo fundamental, el de la máxima integración posible de las identidades colectivas, queda desvirtuado totalmente debido al formalismo que subyace en esta concepción kantiana (idealista). Creo, sinceramente, que el patriotismo constitucional es inservible, sobre todo para España, porque da pábulo a los nacionalismos fraccionarios que consideran que España es un invento jurídico, ignorando de esta manera la historia e inventándose una entidad que nunca han tenido. Incluso me atrevo a afirmar que defender ahora mismo el patriotismo constitucional conlleva una irresponsabilidad enorme, máxime cuando pretenden reformar la constitución sobre la base de sentimientos o voluntades forjadas a golpe de propaganda. En definitiva, pienso que el PC es una idea confusa y oscura que lleva aparejada la sustantivación de la Constitución. Una sociedad política, o sea, un Estado engloba otras dimensiones materiales que la meramente jurídico-formal, por lo tanto, la Nación Española desborda completamente lo que los catedráticos de derecho constitucional puedan sostener.. La Patria, en realidad, no se funda en la Constitución, sino más bien al revés: la constitución en la Patria. Hasta el propio Habermas reconoce que los vínculos de solidaridad que puede comportan un PC son insuficientes al lado de la vieja fórmula Estado-Nación, aunque también reconoce que los problemas a los que se enfrenta hoy día la humanidad precisan ser resueltos de manera supra-nacional.Sinceramente me parece que la idea de PC es una abstracción metafísica impolítica y ahistórica.Esto lo dice el propio Maquiavelo en El Príncipe Es contradictorio un patriotismo sin patria y una Constitución sin Estado.

    En verdad, pienso yo, que se puede ser patriota sin recurrir a ensoñaciones románticas, es decir, sin ser un patriotero. Encantado de discrepar contigo, un abrazo Emilio y nos vemos pronto.

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    1. Un placer Carlos discrepar con personas como tú.
      Justamente para evitar que la Constitución se reforme exclusivamente,sobre falsos sentimientos, me parece oportuno considerar enfoques secularizados y postmetafísicos, no apoyados en tradiciones "inventadas".
      Ya verás en la segunda parte de esta reflexión, como el Patriotismo Constitucional, nada tiene que ver con la sustantividad de una Constitución concreta, con un texto particular, sino con valores que puedan ser compartidos, por los ciudadanos de la mayoría de los Estados europeos.
      Al contrario que tú, sí creo que la Patria (sea lo que sea lo que signifique este concepto)se puede fundar en una Constitución, entendida como un marco de valores esenciales. Y como ejemplo quizá podría valer la historia de los EE.UU.
      Justamente el otro día, leyendo el último libro del gran historiador John H. Elliot "Haciendo Historia", me topé con un párrafo donde reflexiona que la globalización, ha hecho que parezcan provincianos, muchos de los textos sobre el pasado. Que la historia de los Estados-nación individuales, es algo ya excesivamente limitado, para un mundo en lucha por aceptar las consecuencias del cambio climático, y el ritmo de dicha globalización. Así también lo veo yo.
      Un afectuoso abrazo.

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